Para cuando un niño tiene 13 años, los padres ya han publicado 1.300 fotos y vídeos de sus hijos en las redes sociales. Y después, los jóvenes publican en las redes sociales 26 veces al día, un total de casi 70.000 publicaciones para la edad de 18 años.
La privacidad es uno de los asuntos más acuciantes en la escena digital de los últimos tiempos. A ello han contribuido tanto aspectos positivos (como la entrada en vigor del GDPR en Europa) como negativos (el escándalo de Cambridge Analytica y Facebook, sin ir más lejos). Pero existe un factor relacionado con la protección de los datos en el que no solemos caer a menudo: la intimidad de los más pequeños de la casa en Internet.
No en vano, la huella digital de una persona comienza en el mismo momento del parto y para cuando el niño tiene 13 años, de media, los padres han publicado 1.300 fotos y vídeos de sus hijos en las redes sociales, según los datos de un informe del Children’s Commissioner de Reino Unido publicado en noviembre y disponible aquí. Eso supone que los padres de niños de hasta 13 años comparten alrededor de 100 fotos y vídeos de sus hijos cada año.
“La cantidad de información explota cuando los propios niños comienzan a participar en estas plataformas: en promedio, los niños publican en las redes sociales 26 veces al día, un total de casi 70.000 publicaciones para la edad de 18 años“, reza el documento. De hecho, incluso antes (niños de 5 a 15 años) los jóvenes ya pasan dos horas online en un día laborable y tres horas por día durante el fin de semana. Y si seguimos hablando de los pequeños de 11 a 16 años, éstos publican en las redes sociales 26 veces al día.
El informe también señala cómo los datos pueden ser divulgados involuntariamente. Algunos datos se “emiten”, lo que significa que se da sin saberlo cuando las personas se conectan y los datos se capturan a través de cookies web. Otros datos se “deducen” según la edad, el género y los “me gusta” de las redes sociales, y luego se usan para predecir qué productos pueden comprar los niños.
Los dispositivos en sí también pueden ser explotados por los ciberdelincuentes. Por ejemplo, las conexiones Bluetooth no seguras pueden permitir a los piratas informáticos acceder a dispositivos y ver a un niño dormido con la cámara de un bebé o incluso comunicarse con el niño a través del juguete, agrega el informe.
Además, todos los datos en la nube son potencialmente accesibles. El año pasado, se descubrió que dos millones de mensajes de voz compartidos entre niños y familiares se almacenaban sin protección alguna en un fabricante de juguetes conectados y cuya información estaba almacenada en la nube.
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